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jueves, 18 de noviembre de 2010

- Aurelio by Lorenspy -



Esta es la historia de Moro un perro que tenía por amo a Aurelio, un niño que vivía en la Galicia profunda, en la provincia de Lugo en un pueblecito llamado “Dos Montes”.
La jornada de Aurelio comenzaba como todos los días sobre las 5 de la mañana, antes de salir para la escuela tenía que ordeñar la vaca que tenían en casa, para que su madre impedida de una pierna no tuviera que sufrir los fríos de la mañana. Su madre se llamaba Carmen pero todo el mundo le llamaba Maruxa. Después del ordeñe, llevaba la leche para la cocina cerca de la lumbre para que no se enfriara en demasía. Se aseaba en una tina metálica herencia de su abuela Patricia. El agua estaba fría pero sabía que llegaría limpio a la escuela a su último día de clase antes de las ansiadas vacaciones de Navidad. Se preparó un gran tazón de leche con las migas de pan que sobraron del día anterior y toda la nata que pudo recopilar del cubo de la leche, necesitaba energía para el camino.
Sonó el reloj de pared desvencijado con el paso de los años, aquel reloj que fue lo único que su abuelo trajo el día que volvió de la Argentina con el estigma de la muerte en su rostro, Ya eran las 6 de la mañana, recogió su cartera con los libros y después de darle un beso a su madre que seguía postrada en la cama, se fue camino de la escuela. Su gran perro Moro salió a su encuentro y los dos tomaron el camino de la escuela. Les quedaba una hora de buena marcha hasta llegar al pueblo llamado Piquín donde estaba la escuela.
La maestra, les tenía preparada una sorpresa, la chimenea de la escuela tenia un color rojizo y un olor a madera quemada que inundaba toda la habitación. Hoy vais a escribir la carta a los Reyes Magos de Oriente, y como no quiero que lleven faltas de ortografía me las quedaré yo y las mandaré todas juntas el día que baje a Lugo para hacer unas compras.
Aurelio cogió una hoja y comenzó su carta a los Reyes:
Queridos Reyes Magos, soy Aurelio y vivo en Dos Montes, para estas navidades quiero pediros un favor, solo uno quiero que mi papá vuelva y me traiga calor para mi corazón y el de mi madre.
La carta se la dio a la profesora y esta la leyó, al rato le pregunta: ¿Aurelio no vas a querer juguetes?
Él le respondió que con todo lo que tenía que hacer en la casa no tenía tiempo para jugar.
La maestra no le dijo nada, sabía que parte de su carta se cumpliría, Maruxa ya le había contado que recibió una carta de su marido anunciándole su regreso.
Aurelio estaba sentado en su pupitre y solo jugaba con el lápiz, cuando por culpa del calor de la escuela empezó a dormirse muy despacito.
Llegadas las 12 y media de la mañana la maestra lo despertó porque ya eran Vacaciones ya podía volver con Moro para casa.
Comenzaron el camino de regreso a casa, y al pasar por las piedras del río vio un reflejo en el agua, algo había que le llamaba poderosamente la atención, se puso de rodillas, alargó el brazo y recogió del cauce del río una medalla de oro que se le hizo conocida. Aquella medalla se la había regalado su abuelo antes de morir y por detrás rezaba la inscripción: Jamás regresaré sin ser rico. El nunca entendió esa inscripción su abuelo volvió medio muerto y con una mano encima de otra, pero rico debía de ser por que a las honras funerarias acudió todo el mundo de cinco pueblos de alrededor.
Siguió su camino hasta casa y oyó una voz que lo llamaba desde lejos que decía: Aureliooooooo Aureliooooooooo donde estas ven que tu padre está en casa, Aquello fue el acicate que necesitaba para subir aquella cuesta rompe huesos que faltaba para llegar a casa.
Cuando llegó se encontró con su padre, aquel hombre parecía cansado pero en los ojos llorosos y en sus brazos abiertos encontró el calor de un padre, que regresaba de las minas de Asturias para no volver más a aquel infierno.
Esos días antes de Nochebuena fueron el regalo más maravilloso que pudo soñar nunca. Con los dineros que su padre ahorró en aquellos 7 años, se mudaban para el pueblo de Piquín así ya no tendría que levantarse tan temprano todas las mañanas, y su madre podría ir al médico más a menudo.
Eran días felices para la familia, pero Aurelio se resignaba a abandonar su montaña algo le decía que su futuro estaba allí, con su amigo fiel Moro y todos los recuerdos de su niñez cuando jugaba con su abuela, cerca de la lumbre y le contaba cuentos de historias vividas.
Aquello no lo podía soportar no quería vivir en el pueblo, echaba de menos su rutina, y Aurelio enfermó. Nadie sabía el porqué. Los médicos se afanaban en buscar remedios pero aquel niño se iba, lo llevaron a La Coruña y allí estuvo tres días antes de morirse lejos de su aldea. Cuando lo enterraron al lado de su abuela y su abuelo nadie se lo podía creer tan sano y tan fuerte como era el muchacho. La gente empezó a comentar que el niño había muerto de pena. Su gran perro Moro no se separó de él hasta que le llegó el día 2 semanas después, exhausto sin comer ni beber y aullando todas las mañanas a las 6 porque lo echaba de menos.
Si alguna vez has encontrado a un amigo de los de verdad, cuídalo es tu gran tesoro. La vida solo te da una oportunidad y tu gran amigo puede ser el que menos te lo esperes. Gracias por estar ahí.


   . Lorenspy .


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