Dos soles en el cielo de tu cara
nimbados por la noche de tu pelo
estrellas rutilantes que a este suelo
su luz, calor y vida le bastara.
Nunca el cielo a la tierra regalara
mayor luz, mayor gloria y tal consuelo,
ni a hombre alguno cupiera más anhelo,
ni amanecer más límpido soñara,
Negro pelo, infinito, interminable
vestal sagrada que el sagrado fuego
mantiene con espíritu indomable,
no dejes de mirarme te lo ruego,
tu mirada, mujer, es tan hermosa
que más que una mujer eres mi diosa.
Madrigal
Los ojos siempre dicen la verdad.
ResponderEliminardicen aquello que calla la palabra
sigue mirando esos soles.
Bonito soneto, Sr Madrigal.
Una rosa y un beso.
Son el espejo del alma .. y es verdad.. en ellos siempre se lee .. Gracias siempre.. Un abrazo.
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